Las telecomunicaciones están presentes en todos los
ámbitos de la sociedad moderna. De hecho, la sociedad misma es, en gran medida,
consecuencia de los avances que se han ido registrando en cuanto a las
posibilidades para el intercambio de información a lo largo de
siglos. Internet ha traído consigo la globalización, pero ya antes de su
irrupción podíamos hablar por teléfono fuera de casa o del lugar de trabajo.
Poco antes, la televisión había propiciado una revolución en la difusión de
información, esbozada décadas atrás por la radio, que ampliaba las
posibilidades del telégrafo, que a su vez había venido a mitigar limitaciones
del correo postal, etc.
Esta entrada es la primera de una serie de pequeños relatos históricos donde
repasaremos cómo hemos llegado hasta donde estamos hoy en materia de
telecomunicaciones. Lo que pretendemos hacer ver es que ninguna de esas
invenciones surgió de la nada. Al contrario, toda la tecnología que
tenemos hoy se ha ido desarrollando por acumulación de aportaciones de hombres
y mujeres pensantes de todas las épocas. Ideas felices hubo unas cuantas, sí,
pero generalmente los pasos han sido más discretos de lo que a menudo nos
imaginamos.